sábado, 21 de octubre de 2017

Adicto.

Me hice adicto a las figuras fugaces... ¡Joder, lo soy!, soy adicto, y hace tiempo me convertí en una de esas figuras, por que duele demasiado ser relámpago de un solo pino, ser luz de una sola habitación; por que me arde la vida en las caricias que aún no he dado, en aquellos labios que desconozco, me arde la vida en los tragos que no he compartido, en la música que quiero bailar ebrio hasta perderle el paso a la pista. Pero pasar tan rápido sin pisar tan fuerte no es tan sencillo (al menos para mi), por que dónde piso siempre dejo desastre a mi paso, y pasó que por torpe me bautizaron huracán.

Soy adicto al juego de seducción que hay entre dos ombligos que bailan por primera vez, me enloquecen las miradas furtivas y llenas de deseo, esa pasión que hay en los besos de unos nuevos labios siendo colonizados y aquel forcejeo salvaje de dos amantes desnudándose al unísono de los corazones enardecidos.
Quiero a alguien que me ate a la cama y me deje ir sin esperar un beso, que sepa domarme, doparme y dominarme con una mirada tan inocente como lasciva, quiero a alguien que aprecie su libertad tanto como yo atesoro la mía, y que sea tan libertina como sus ideas, por que no hay nada que me atraiga más que la autonomía de una mente progresiva. Si me quedo algún día será con otra persona que tampoco sepa quedarse, para huir un tiempo sin voltear atrás, para ser irreverentes ante la moral y distraernos juntos viendo estrellas en el mar, en la cama o en el bar, será con alguien tan cobarde como yo: con más miedo a la monotonía que a la muerte. Y quiero que sepa que no quiero que se quede, por que tampoco me quedaré.

Si, lo que atrae mi atención es lo inestable, lo impredecible, y si no me atrae, no me gusta; y si no me gusta, no lo hago; y si no lo hago es por que no quiero, por que lo que quiero es viajar ligero: de puerto en puerto, de puerta en puerta; de piel en piel, de boca en boca y de cama en cama, no tengo tiempo para necesitar de alguien y sentir que mi mundo gira en torno suyo, o peor aún, que sienta que su mundo gira alrededor del mío.

En el camino he lastimado a muchas personas, plantado a quien me estuvo esperando, y quizás he roto uno que otro corazón, lo admito, pero no me arrepiento.
Si quieren llámenme egoísta, yo prefiero llamarme hedonista: después de todo, ¿quién está del todo bien consigo mismo?.

Maximiliano Vélez.

sábado, 23 de septiembre de 2017

Untitled #001

No logro evitar que los ojos se me inunden en rabia y tristeza al pensar que a mis veintitantos ya tengo errores tan marcados en mi futuro, que el resto de mis días lo lamentarán en este melancólico y solitario presente. Ciertamente este camino no se asemeja en nada a lo que aquél pasado me tenía planeado, y por supuesto no se acerca ni un poco a lo que en mi niñez había soñado con ser y hacer algún día cuando fuera grande.
Es curioso, ver que de niños nuestra percepción de las cosas, sobre todo la de los tamaños y distancias, es completamente diferente a las que tenemos de adulto.
Cuándo niño, aquél juguete que mamá me escondió sobre el refrigerador cuando la hice enojar, me parecía inalcanzable, pero ser un astronauta, un músico, un pintor, ser presidente, piloto, un superhéroe o todos a la vez, sólo estaban al alcance de mis sueños. El límite era la imaginación.
Hoy alcanzo a ver sobre el refrigerador sin dificultad alguna, pero son mis sueños los que parecen distantes e inalcanzables.
Y me doy cuenta de lo cruel que es vivir sabiendo que no es tan fácil.

No es tan fácil.

No es tan fácil
pero aún sigo aquí…
conduciendo por un camino del cual no sé nada,
no sé cuándo empezó ni a dónde va;
no sé de dónde viene o hasta cuándo acabará
y me dejará
tirado
en la nada,
o en el todo.

Aprendí que no puedo evitar caer de vez en cuando, aunque lo intente.
Y que no puedo dejar de intentarlo, aunque me caiga de vez en cuando.
Aunque tropiece con la nada
o me caiga en el todo.

Por que es mejor caer habiéndolo dado todo,
que tropezar
y no hacer nada para levantar
la cabeza del lodo.






Maximiliano Vélez.

martes, 9 de mayo de 2017

Soy.

He caído en cuenta que cada vez me cuesta más trabajo responder cuando alguien me cuestiona la razón del por qué no tengo pareja, así que me limito a contestar con un "por que no quiero". Para evitarles (o evitarme) la molestia de escuchar algo que, por su moral, sé que no van a entender y de inmediato lo juzgarán como "malo".
Me causa risa por que es muy sencillo resumirlo: no soy lo que buscan, hago demasiado daño.
Aunque, más que una sinopsis parece una advertencia. Y si.
Te explicaré por qué.
No soy de los que despiertan temprano para enviar besos o buenos días, tampoco el que estará contigo cuando más lo necesites y estés llorando desconsolada en la noche, ni el que te pedirá que le tomes de la mano mientras caminamos juntos.
Soy un solitario, ¿lo entiendes?.
No, no lo entiendes.
No sé estar mucho en ningún lugar, ni con una persona y mucho menos sé quedarme.
Soy de los que hace, de los que tropiezan y siguen caminando sin volverse, aunque duela;  alguien que detesta hechar raíces pero sabe dejar huella. Soy de los que ignoran y se dan media vuelta si los celos te invaden, por que odio gritar y no hablar. No soy de los amantes que duermen acurrucados después de coger, soy de los que busca su ropa, se fuma un cigarrillo y se va; por que me gusta el sexo sucio, sin sentimientos y carente de toda palabra de amor.
Soy más de sabores amargos: un vino o un whisky por la noche, quizás una cerveza o un café por la tarde, pues lo dulce me provoca vomitar. Una persona que calla pero sabe hablar.
Vivo salvaje por que no estoy domésticado.
Libre, como quién nunca ha amado.
Me presento, soy un caballero con disfraz de príncipe azul, un fugaz, un amante momentáneo.
Pero si lo deseas, puedes llamarme turista de habitaciones.
Mucho gusto.


Maximiliano Vélez.

sábado, 13 de diciembre de 2014

Una Nota Escrita en el Transporte Público.


Hoy es un día más, y como siempre, estoy en el transporte público de esta ciudad. Parece como si todas las personas a mi alrededor quisieran llorar por algo: ira, tristeza, amargura o algo, pero no por felicidad.

Todos están muertos por dentro y por alguna razón, me siento como si yo fuera la única persona con luz, una luz cálida y radiante en medio de millones de focos fundidos. 
Necesito respirar.
Necesito...
Necesito irme de aquí.
No quiero iluminar a alguien que ya está muerto, ¡no más!,
¿por qué no estoy rodeado de personas vivas?
Es egoísta, pero ya no perderé mi tiempo intentando iluminarlas. 

Ellos dejaron de ser personas.
Ya no pueden ver, les han arrancado los globos oculares, en su lugar, solo les quedan esos dos grandes huecos en el rostro como recordatorio de que alguna vez hubo algo.
Prostituyeron su inteligencia a cambio de programas de televisión, deportes, revistas de moda y zapatos.
Se alimentan de ego.
No tienen corazón.
Tienen un gran vacío en el pecho que los atravieza por completo, y un aura de color negro emana de ellos.

Ojalá se acercase a mi algún desconocido, alguien nuevo y vivo.
No sé, tal vez solo sueño.
Siento que vuelo entre pájaros sin alas, sobre gatos gigantes y hienas miniatura.
No necesito esto.

Quiero regresar a mi mundo.
Allá dónde en silencio se comunican los sentidos, ahí en dónde la oscuridad no da miedo.
Un lugar con aroma a café tostado.
Allá en dónde pocos me acompañan, solo algunos.
Cada vez menos.
Ya llegué a mi destino, supongo que dejaré esta nota así como está
por que sólo es eso; una nota escrita en el transporte público.


Maximiliano Vélez.

jueves, 17 de octubre de 2013

Memorias de un niño.





Recuerdo cuando era niño, mi vida básicamente se trataba de diversión pura; me divertía mucho jugando a el escondite, policías y ladrones, coleadas, rayuela, a las canicas, fútbol, a las atrapadas, al gato y al ratón, a los encantados; carreras de bicicleta o patines, jugaba con trompos y con yoyos, en fin, eran juegos realmente divertidos. Y me resultaban aún mas divertidos si había alguna otra persona, otro niño con quién jugar. A mi me gusta mucho revivir cada uno de esos momentos, por que sin duda, fueron los mejores.

De niño podía encontrar diversión o inventar un juego nuevo casi con cualquier cosa en cualquier momento, parecía como si mi imaginación no tuviera límite alguno. Yo ya viví en los tiempos en dónde los primeros juegos de vídeo nos llenaban de mas diversión y Mario Bros era el nuevo súper héroe. No me preocupaba por ninguna otra cosa que no fuese jugar. Bueno, y la tarea escolar.

¿Tú recuerdas a qué jugabas cuando eras niño?
Seguramente también construías armas de cartón, plástico o madera para rescatar a la princesa en la torre de un castillo que estaba custodiado por un dragón o por un poderoso mago maligno y luchar contra los que te impedían llegar a ella. 
O quizá también construiste algún búnker mágico en tu cuarto rodeado de luces y trampas para así poder dormir seguro toda la noche. Tal vez te gustaba subir a los árboles, sentarte en alguna rama y poder observar todo y a todos desde las alturas. 
¿Nunca intentaste construir algún vehículo súper veloz que pudiera llevarte a todo lugar que pudieras imaginarte? Yo si, y tengo una cicatriz en la pierna izquierda por querer cortar un trozo de madera con una segueta para usarlo de freno.
Vaya, qué recuerdos, ¿no?

¿Cómo olvidar las pijamadas, las travesuras y nuestros intentos por ser mayores?
Pienso tanto en esto últimamente, y no puedo evitar sonreír cada que recuerdo todas esas cosas que yo hacía cuando a penas era un niño. Pero ya hace algunos años me han dejado de llamar así: un niño.
Hoy en día mi adolescencia casi termina para iniciar mi juventud, y pronto seré un adulto. Ahora entiendo lo que decían todos los adultos cuando yo era pequeño; ellos decían que el tiempo había pasado muy rápido, en un abrir y cerrar de ojos. Pero yo no veía el tiempo pasar, de hecho, para mi no existía el tiempo. Para mi esas solo eran: "palabras adultas para confundir a los niños como yo". Y ahora los entiendo.
Ahora veo todo de otro modo, con otros ojos tal vez. Veo todo con ojos de adulto.
Ya no recuerdo cuándo fue la última vez que jugué al escondite o que me subí a un árbol. Ya no recuerdo la última vez que me enfermé por jugar todo el día bajo la lluvia. Ahora solo recuerdo cuándo es la próxima fecha para pagar la colegiatura.

Dicen que vas olvidándote de todos esos juegos "absurdos" al paso que vas creciendo. Yo creo que desde pequeños nos dicen eso, que un día vamos a crecer y tendremos obligaciones, que tendremos un empleo y una familia. Eso, aunque no nos importe en el momento, va quedándose poco a poco en nuestro cerebro hasta que ¡PUM!... Inconscientemente terminas por creértelo tanto, que lo haces sin mas.


La famosa incoherencia: "De niños queremos crecer para ser adultos, y de adultos queremos volver a niños" es tan acertada que asusta.

Ahora me divierto con los niños que jugaban conmigo todos los fines de semana en algún bar, antro o en alguna fiesta, ingerimos alcohol casi hasta perder la conciencia y la noción del tiempo. Y nuestras conversaciones giran en torno a la música, a la escuela, a nuestras relaciones y ex-relaciones amorosas, y por supuesto, al sexo, 
Cuando salgo solo, con mi pareja o con ellos, es casi inevitable preocuparme por algo; que por el tiempo, el clima, el tráfico, los lugares y el dinero. Cosa que ignoraba completamente cuando era solo un pequeñuelo.
Ahora sufro de resaca después de cada fin de semana que salgo con mis amigos en vez de sufrir por algún moratón causado por una caída en la bicicleta. El dinero que tengo me lo gasto en cigarrillos y alcohol cuando antes me lo gastaba en dulces y juguetes.
¡Qué tiempos aquellos!

Sin duda no podemos evitar crecer para convertirnos en adultos, pero creo que la mejor forma de vivir es hacerlo siendo niños del corazón.
Cuando le quitas un dulce a un niño, llora, hace berrinche y se enoja contigo en el momento, pero pasados unos minutos lo olvida y vuelve a ser tu amigo, quiere jugar contigo y siempre con una sonrisa. Si haces eso con un adulto, seguro lo recordará por siempre y nunca te volverá a dirigir la palabra como lo hacía antes.
Tenemos que aprender a ser niños del corazón sin dejar de ser adultos de la mente.
Sonríe siempre, baila, salta, haz bromas, no guardes rencores y aprende a perdonar, si lo haces seguramente estarás mejor contigo mismo y con tu entorno.

Realmente no tengo una fórmula secreta para volver a ser niños de nuevo, por que no existe, no podemos evitar el transcurso del tiempo sobre nosotros. Pero al menos creo que te he hecho sonreír y te he dado una pista para que puedas sentirte mejor.


Maximiliano Vélez.

sábado, 29 de septiembre de 2012

En tu cumpleaños.





La última vez que te escribí en este espacio te pedí que no volvieras a soplar, y sin embargo, lo volviste a hacer. Creí que me desmoronaría como un viejo trozo de pan, pero ésta vez, ésta vez no fue así. Los ancianos tienen razón cuando dicen que "todos aprenden de sus errores". Y aunque fuiste mi mejor error, estoy consiente de que te cometí y créeme, he aprendido mucho.

Cuando soplaste de nuevo, sentí un cóctel de rencor, ira, amargura, nostalgia, aflicción, frustración y agonía en mi estómago. Más tarde descubrí que sólo eran mariposas furiosas intentando emerger. Por un momento parecía que iba a vomitar rencor, veneno, un nudo.
Desde mi óptica puedo notar que te fue muy sencillo darte la vuelta, darme la espalda y tomar la mano de otro hombre. Confieso que para mi no ha sido tan simple.
A causa de ésto he comenzado a dudar, y todo lo que decías sentir ahora se ha convertido en una gran incógnita muy parecida a un laberinto desolado. Por otro lado, una parte de mi aún cree en ti.

Ya te busqué, ya te vi, ya te encontré; ya te besé, ya te arrullé, ya te escribí; ya te desvelé, ya te provoqué risas, ya te provoqué sonrisas; ya te grité, ya te desperté, ya te velé; ya te consolé, ya te aconsejé, ya te cuidé; ya sequé tus lágrimas, ya jugamos, ya dormimos; ya corrimos, ya volamos, ya escribimos; ya descubrimos, ya lloramos, ya nos asustamos; ya nos emocionamos, ya te vi llorar, ya te vi volar; ya fuimos melodía, ya somos ruido, ya te vi sufrir; ya te quise, ya te amé, ya vivimos; ya te perdí, ya te extrañé, ya lloré, ya supliqué, ya oré, ya sufrí... Ya me harté. 
Ya hicimos de todo, ya vimos el tiempo pasar, la decisión fue tomada y las consecuencias, buenas y malas, vienen en camino. 

He decidido dejar de correr por un tiempo en esta vereda del amor, sentarme y ver. ¿Sabes?... Siendo sincero, espero que cuando decida levantarme y volver la mirada hacia ese camino, no te vea caminando hacia mi, pues eres una extraña y hermosa hiedra venenosa, sanguinaria y llena de espinos que intentan clavarse en mi pecho.

Amigos, mujeres, vicios, viajes, música, trabajo, meditación... He intentado desahogarme de formas y colores diferentes, ahora intento tranquilizarme escribiendo, y aunque posiblemente esto no te provoque una buena reacción momentánea, me siento bien de poder externar mi sentir.
Lo sé, quién lea esto creería que soy un perdedor lleno de odio y resentimiento, pero la realidad es que soy una persona que se ha cansado de sentir dolor y que se ha cansado de sentir ese nudo en la garganta que corta la respiración.

Creo que esto no te agradó, no te preocupes, esta es la última vez que escribo sobre ti en este espacio virtual. Aprendí a la mala que aún no te conozco completamente y que es mejor quedar de amigos que intentar "restaurar" una relación.

Sabes muy bien que mis sentimientos hacia ti son puros, sabes bien que en mi tienes un amigo de verdad. Sabes también que mi mano está extendida dispuesta a levantarte cuando tropieces, que mis oídos te escuchan, que mi hombro está listo para que apoyes tu cabeza en él y que mis brazos están listos para brindarte un abrazo sincero cuando lo necesites.
Hoy tenía una cita contigo a la cual decidí no asistir, y creo que ya has notado que mi demora se convirtió en ausencia.
Feliz Cumpleaños.



Maximiliano Vélez.

sábado, 7 de julio de 2012

No vuelvas a soplar.




Qué gracioso, de un momento a otro los días se han tornado confusos, pues creí entenderte y ahora veo que no te entiendo del todo.

Sé que sabes que mis sentimientos hacia ti son puros, sin una pizca de mentira en ellos. Mis acciones y emociones aumentan cada día con el único fin de agradarte, pero a veces parece no ser suficiente.
Habiendo tantas féminas, tantas oportunidades, tantos mundos y universos solamente para coincidir contigo, para buscar el infinito en un "nosotros" y entregarme a ti sin tocar la esencia del remordimiento. 
A veces pienso que tu cerebro y tu corazón son dos personas diferentes, parece que se esmeran por nunca entenderse uno al otro y dejar pasar el tiempo en discusiones, aunque otras veces parece que te niegas a entenderlos.
Seguimos siendo niños del corazón aunque nuestro cuerpo refleje adolescencia.

Ambos sabemos que todo esto marca una distancia entre tú y yo, yo como caballero de armadura seguiré blandiendo mi espada para librar esta batalla de amor entre tú y yo, pero los caballeros también se cansan de luchar en tantas guerras.
Quisiera poder ver a través de tus ojos y escuchar tu pensar para saber y adentrarme a tu mundo, un lugar en le cual sé, podría llegar a comprenderte.
Soy felicidad cuando somos, soy tristeza cuando fuimos.
Mis ojos y corazón se llenan de orgullo al recitarle tu nombre al mundo, mi corazón y su palpitar corren cuando puedo responder como tu pareja.
Pides tiempo, que no me aparte de ti por que conmigo tienes todo lo que añoras, pero ¡mírame! soy un campesino celoso de sus tierras, y no puedo ver que alguien intente invadirlas.
Quiero ayudarte a aprender del mundo, pero hasta los maestros necesitan ayuda de sus alumnos.
Quiero ser una sola persona contigo.

Quiero seguir avivando nuestra llama de amor, sólo te pido que no vuelvas a soplar por que es nuestro último fósforo.
Maximiliano Vélez.

viernes, 17 de febrero de 2012

El tiempo también se cansa de esperar.





Y así es como de un infinito pasamos a ser sólo un instante en nuestras memorias, pues dimos media vuelta a nuestro mundo futuro y apresuramos el paso hacia un universo distinto. 

Nos dejamos pasar el tiempo y dejamos de bailar toda la noche la música del "nosotros". 

La atracción que sentimos el uno del otro es notoria e inminente, ¿Qué esperamos?... ¿Una señal? Esas madrugadas que pintábamos con sonrisas, me recuerdan lo que nunca fuiste, lo que nunca serás. ¿Una señal? ¿Y tus hombros en mis besos y tus besos en mis noches?. ¿Lo recuerdas?... ¿Recuerdas cuando tomados de la mano nos sentíamos protegidos? Nosotros eramos escudo, nuestras palabras eran espada y nuestro amor, armadura.

¡¿Acaso esas no fueron señales?!

Si te tomaras de la mano como lo haces con la mía, nunca te soltarías. Y esas sonrisas que se han vuelto como una enfermedad crónica en mi memoria, una enfermedad que no quiero curar. Las preservo en una vitrina sin dolor alguno.

El tiempo se torna mudo cuando somos, y la distancia se hace corta cuando nos existimos bajo la luz del sol. Si nos besamos, quiero que nunca nos despierten, pues tú eres mi sueño, mi sueño de ojos castaños y tez blanca. La que me habla con sonrisas en segunda persona y la que abraza mi mirada cuando tengo frío.

He despertado, olvidé tomar mis pastillas para dormir, ahora sé mi realidad y que sólo eres un sueño del que nunca quise despertar. Un sueño, sólo eso. 
Pareces tan inalcanzable, y seguiré esperando que toques a mi puerta. 
Me haces falta. Pero... ¿Sabes?... El tiempo también se cansa de esperar.

Maximiliano Vélez.


viernes, 4 de noviembre de 2011

De tus garabatos en mi memoria.






Crucificaré todas nuestras historias contadas por el horizonte a toda la tierra, mientras tu luz inunda mi camino para no tropezar con la bandera blanca que me ha impuesto tu ausencia.
Para no dañar con llantos el corazón sepultado en recuerdos, y llenarlo con la magia del presente.
Aún sigo escribiéndote poemas sobre las faldas de la luna, esa que cubre con su delicada sombra la mitad de todo un planeta giratorio lleno de vida en el sistema solar.
Habitan muchas imágenes de tu humanidad en mi memoria, resguardadas, dando vueltas, produciendo la reencarnación misma de tu figura, reflejada en una burbuja.
Por ti he traicionado a un dios, y no lo entregué a cambio de monedas de oro, lo traicioné a cambio del amor de una mujer, una mujer que por su amor me han destinado a la horca.
Se que ahora solo soy un fantasma que deambula por las calles de tu olvido, esas calles donde a diario te veo pasar caminando tomada de la mano de otro hombre, ese hombre que se convierte en lobo al salir la luna llena, ese lobo que te desconoce en las noches y te confunde con su presa. Sigo esperando tu regreso, pues mi cama aún tiene escrito tu nombre con aquel sudor que despedían nuestros cuerpos al besarnos bajo esa pasión que dejó marcados mis cobertores.
Tengo grabados algunos de tus garabatos en mis labios.
Escondo en mi cajón todas tus promesas que nunca dejarán de ser promesas. 
Recogí todos los cuchillos que intentaste clavar cómo estacas en mi corazón.
Y colecciono cada una de las gotas del amor restante que resbalan por las estalactitas de todos esos recuerdos.
Tienes un lenguaje de esperanza, que empaña mis ojos al oír tu voz a través del teléfono, y esas palabras exactas que estremecen mi cuerpo. Sólo veo pasar el tiempo, de tal manera que me he dado cuenta, de que no fuiste tiempo perdido, el que perdió el tiempo... Fui yo, amor. Fui yo el que destruyó un universo entero al provocar que te fueras sin hacer ruido aquel día.
No tienes la más mínima idea de las ganas que he tenido de poder hacerme invisible a tus ojos, para poder seguirte a todo lugar a donde te dirijas, sólo para poder sentir el aroma de tu cabello en mi nariz, sólo para ver tu hermoso rostro antes de dormir.
En este momento mi cielo se está lloviendo, por que siente el dolor de tu ida. 
¿Cómo consolarlo?
Solo dime "te amo", antes de que comience a granizar. 

Maximiliano Vélez.

martes, 25 de octubre de 2011

Te recuerdo en silencios.




Te recuerdo en silencios que se ocultan bajo mis sábanas, pues en este colchón mezclamos nuestras esencias tomando la forma del amor, nuestras miradas se enfrentaron, creando una imagen infinita del tiempo, pero ahora estás al otro lado de mi realidad.
De noche se escucha mejor nuestro pasado, pero ahora prefiero quitarle los acentos a nuestro tiempo, para que siempre seamos presente y nunca pasado.
Ambos escribimos realidades sobre nuestros cuerpos con tinta de caricias, humectamos nuestros labios con una melodía bañada en besos, mientras abrigaba tu cuerpo del portentoso frío de invierno, durante un paseo por el parque. 

Dibujábamos en nuestros rostros, bocetos de sonrisas al caminar, mientras esculpíamos dos pares de huellas, unas más grandes que las otras, sobre aquél frío y delicado manto blanco que cubría cada ladrillo del camino.
Relatábamos historias en compañía de un tercero que nos ayudaba a conocernos cada vez más, una taza de café caliente, donde encontramos la biografía de muchos poetas, donde teníamos toda una vida que contarnos.
Edificamos ciudades enteras, diseñadas con nuestros sueños y anhelos en el momento que nos tomamos de la mano y observamos nuestras pupilas detenidamente, mientras el tiempo se quedaba detenido por qué "nosotros" se conjugaba en el tiempo. Vivimos parte de nuestra vida a carcajadas acompañadas de lágrimas que bailaban por nuestras mejillas hasta llegar a posarse en nuestra sonrisa.
Tu y yo escribimos infinitas historias sobre deseos en blanco, que hasta hoy, sigo guardando en mi memoria, por qué con besos se firman historias. Contigo he aprendido que debo tocarme el corazón para sentirte, y que sentado al lado tuyo escuchando el silencio, nunca estaré lejos de ti.
Ahora te has ido sin llevarte todos estos trocitos, recuerdos de tú corazón, que sigo guardando hasta el momento que regreses. Pero te esfumaste como neblina entre las hojas de los árboles, y ahora eres tanta mi realidad, que dejaste de ser sólo un sueño.
A veces estás frente a mi, pero apagas la luz, no me da miedo la obscuridad, lo que en verdad me da miedo, es; no verte, amor. 


Maximiliano Vélez.