viernes, 17 de febrero de 2012

El tiempo también se cansa de esperar.





Y así es como de un infinito pasamos a ser sólo un instante en nuestras memorias, pues dimos media vuelta a nuestro mundo futuro y apresuramos el paso hacia un universo distinto. 

Nos dejamos pasar el tiempo y dejamos de bailar toda la noche la música del "nosotros". 

La atracción que sentimos el uno del otro es notoria e inminente, ¿Qué esperamos?... ¿Una señal? Esas madrugadas que pintábamos con sonrisas, me recuerdan lo que nunca fuiste, lo que nunca serás. ¿Una señal? ¿Y tus hombros en mis besos y tus besos en mis noches?. ¿Lo recuerdas?... ¿Recuerdas cuando tomados de la mano nos sentíamos protegidos? Nosotros eramos escudo, nuestras palabras eran espada y nuestro amor, armadura.

¡¿Acaso esas no fueron señales?!

Si te tomaras de la mano como lo haces con la mía, nunca te soltarías. Y esas sonrisas que se han vuelto como una enfermedad crónica en mi memoria, una enfermedad que no quiero curar. Las preservo en una vitrina sin dolor alguno.

El tiempo se torna mudo cuando somos, y la distancia se hace corta cuando nos existimos bajo la luz del sol. Si nos besamos, quiero que nunca nos despierten, pues tú eres mi sueño, mi sueño de ojos castaños y tez blanca. La que me habla con sonrisas en segunda persona y la que abraza mi mirada cuando tengo frío.

He despertado, olvidé tomar mis pastillas para dormir, ahora sé mi realidad y que sólo eres un sueño del que nunca quise despertar. Un sueño, sólo eso. 
Pareces tan inalcanzable, y seguiré esperando que toques a mi puerta. 
Me haces falta. Pero... ¿Sabes?... El tiempo también se cansa de esperar.

Maximiliano Vélez.