viernes, 4 de noviembre de 2011

De tus garabatos en mi memoria.






Crucificaré todas nuestras historias contadas por el horizonte a toda la tierra, mientras tu luz inunda mi camino para no tropezar con la bandera blanca que me ha impuesto tu ausencia.
Para no dañar con llantos el corazón sepultado en recuerdos, y llenarlo con la magia del presente.
Aún sigo escribiéndote poemas sobre las faldas de la luna, esa que cubre con su delicada sombra la mitad de todo un planeta giratorio lleno de vida en el sistema solar.
Habitan muchas imágenes de tu humanidad en mi memoria, resguardadas, dando vueltas, produciendo la reencarnación misma de tu figura, reflejada en una burbuja.
Por ti he traicionado a un dios, y no lo entregué a cambio de monedas de oro, lo traicioné a cambio del amor de una mujer, una mujer que por su amor me han destinado a la horca.
Se que ahora solo soy un fantasma que deambula por las calles de tu olvido, esas calles donde a diario te veo pasar caminando tomada de la mano de otro hombre, ese hombre que se convierte en lobo al salir la luna llena, ese lobo que te desconoce en las noches y te confunde con su presa. Sigo esperando tu regreso, pues mi cama aún tiene escrito tu nombre con aquel sudor que despedían nuestros cuerpos al besarnos bajo esa pasión que dejó marcados mis cobertores.
Tengo grabados algunos de tus garabatos en mis labios.
Escondo en mi cajón todas tus promesas que nunca dejarán de ser promesas. 
Recogí todos los cuchillos que intentaste clavar cómo estacas en mi corazón.
Y colecciono cada una de las gotas del amor restante que resbalan por las estalactitas de todos esos recuerdos.
Tienes un lenguaje de esperanza, que empaña mis ojos al oír tu voz a través del teléfono, y esas palabras exactas que estremecen mi cuerpo. Sólo veo pasar el tiempo, de tal manera que me he dado cuenta, de que no fuiste tiempo perdido, el que perdió el tiempo... Fui yo, amor. Fui yo el que destruyó un universo entero al provocar que te fueras sin hacer ruido aquel día.
No tienes la más mínima idea de las ganas que he tenido de poder hacerme invisible a tus ojos, para poder seguirte a todo lugar a donde te dirijas, sólo para poder sentir el aroma de tu cabello en mi nariz, sólo para ver tu hermoso rostro antes de dormir.
En este momento mi cielo se está lloviendo, por que siente el dolor de tu ida. 
¿Cómo consolarlo?
Solo dime "te amo", antes de que comience a granizar. 

Maximiliano Vélez.